Una tarde de pitos y palmas

Al igual que en la Asamblea, el socio fue muy claro a la hora de definirse en el estadio. No tiene un pase. No traga con las milongas, ni las del púlpito ni las del césped. No tolera árbitros tan incompetentes como Rodríguez Santiago, capaz de que se juegue menos de la mitad de un partido por su miedo escénico. Y claro, no para de equivocarse, con unos y con otros. El Bernabéu lleva tres meses diciendo que no traga con el doble pivote defensivo. Por eso, cuando salieron Ronaldo y Beckham agradeció el esfuerzo a Capello. Del mismo modo, no duda en proteger y mimar a Ramos y Robinho, dos noveles que tiran del carro.

Calderón ya sabe a estas alturas que lo tiene muy difícil, y no hablo de la interesada oposición que tan mal lo está haciendo. Me refiero a los ochenta mil que llenan las gradas. A esos les importa un pito la guerra del voto por correo pero, sin embargo, quieren un Madrid que dé espectáculo. La cruz que lleva a cuestas con Kaká es precisamente porque prometió que seguirían llegando los mejores, apuesta que defendió cuando era directivo. Lo que tampoco cuela es la pretendida solidez defensiva. Ayer, como hace un año, una genialidad de Ronaldo y una parada decisiva de Casillas al final salvaron los muebles.