Calderón y la horma de su zapato

Si algo conoce Ramón Calderón son las asambleas de socios, las peticiones de convocatoria de elecciones y los procesos electorales en sí. Seguro que si fuese socio de a pie, alzaría la voz el domingo para pedir que la Junta convocara a las urnas. Diría que el club no puede estar en una situación tan inestable, que la mejor forma para terminar con los procesos judiciales es convocar elecciones. Y pediría que fueran ya, en día de partido, dando facilidades para que los dueños del Madrid se pronunciaran. Incluso abroncaría al presidente por no haberlo hecho ya.

Sin embargo, Calderón descarta esa medida. ¿Tanto ha cambiado? En el trato personal, no lo parece. Pero al final los hechos marcarán su trayectoria. Y esos empiezan a descubrir un Ramón desconocido, artero y con hambre de protagonismo. En sus intervenciones asamblearias defendió que el socio tuviese la mayor participación. Las elecciones de julio le legitiman en el cargo, siempre que los jueces no digan lo contrario, pero el sentido común no. Suya es la decisión.