El plan Capello ya funciona

Esta vez no hubo pitos en la gradas del Bernabéu. Tampoco excesiva tensión. Como en Pamplona, el primer gol llegó muy pronto y, a partir de ahí, contragolpe y fútbol control. Con eso y con las cuatro paradas milagrosas de Iker Casillas se puede echar el cierre. Únicamente hay que esperar a que el rival caiga como fruta madura en algún despiste defensivo para rozar la goleada. Así de simple, tan previsible era todo que el árbitro se empeñó en animarlo al final con un rosario de tarjetas. Si en un partido de guante blanco tira de amonestaciones con esa facilidad, ¡qué hará cuando se líen a palos! Pero a lo que vamos. El Santiago Bernabéu se empieza a acostumbrar, como hace diez años, a ganar sin más.

Cierto es que según avanza la Liga este Madrid añade algunas cosas. Empieza a jugar al primer toque con cierta soltura. Busca con mucha más fe las bandas. Confía ciegamente en la calidad de Guti para la transición en ataque. Refuerza su poderío defensivo con el gran momento de Helguera. Explota el entusiasmo de Sergio Ramos para contagiar al resto. En fin, que consigue tener una cara menos rígida. Incluso Capello se atreve, bien con Reyes, bien con Robinho, a no dejar tan solo a Van Nistelrooy. Pero no nos engañemos, entusiasmar, no entusiasman. A estas alturas de la temporada sobran ya los debates sobre la forma de jugar de los blancos. Es lo que hay y por fortuna para Capello, el público guarda las manos en los bolsillos.