Mucho mejor que corra el aire
Antes de nada, mi respeto y admiración hacia Mendilíbar, técnico del Valladolid que fue despedido vilmente el pasado año del Athletic y que un año antes, en el Eibar, apostó por Silva. En su debut, el canario confirmó su clase y su sitio entre los grandes. Su juego práctico contagió al resto de compañeros y, por fin, recuperamos el gusto por el toque, perdido tras los dos primeros partidos del Mundial. Cesc, Xabi Alonso y Villa fueron los mayores beneficiados en esa transformación. De paso, hago extensivas esas consideraciones al Valencia, ejemplo de club que apuesta por el jugador español.
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La pena es que Luis se precipitó en los cambios y rompió el trepidante ritmo al variar el centro del campo en el descanso. En la segunda parte, los rumanos se nos subieron a la chepa y aquello se asemejó a partidos de triste recuerdo. Pero una de las conclusiones del bolo de Cádiz es que percibimos que se habían abierto las ventanas y por fin entraba el aire para ventilar una estancia viciada. La pena es que los recién llegados, menos Silva, pasaron inadvertidos. Una conclusión, en el apartado negativo, es que el grupo se ha acostumbrado a no ganar. Esa dinámica perdedora tiene que anotarse en el debe del seleccionador.
Basile jugó sin delantero centro, dejó en Argentina a Palacios y la lesión de Crespo le terminó de romper los esquemas. En defensa, muy bien Ayala pero decepcionante Milito y peor aún Arruabarrena, un coladero durante todo el primer tiempo. Hubo decisiones extrañas como colocar a Somoza cerca de la banda derecha en la segunda parte y con ello Argentina perdió el control hasta el final.




