Como antaño, Iker y Van Nistelrooy
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Hubo un tiempo, con el Madrid galáctico en plena descomposición, que los partidos se sacaban adelante con las paradas de Casillas y los goles de Ronaldo. Salvo alguna caricia de Zidane, el balón iba de portería a portería y si el nueve tenía un buen día, acababan ganando por goleada. Pues ayer en Pamplona volvimos a tiempos pasados: cuatro latigazos de Van Nistelrooy y cuatro goles cantados que evitó Iker. Porque juego, poco, y el que hubo fue subterráneo, feo y trabado. Ganando a la italiana, Capello volvió a ser feliz. Así le gusta matar los partidos, con lo justo. Frente a Osasuna era la mejor receta para ganar.
Además de firmarle el balón a Ruud y besar los guantes de Casillas, el técnico debería pedir más a algunos de sus recomendados. Cannavaro sigue en una nube y está contagiando a Ramos. Diarra hace tiempo que se contagió de la lentitud de Emerson, aunque éste último tuvo un arranque torero y fabricó el cuarto gol en su primera jugada de calidad desde que está en el Madrid. Mientras algunas cosas no cambien, veremos poco al fútbol. Porque una cosa es marear la pelota y otra bien distinta hacer jugar al equipo. Y eso, a día de hoy, sólo lo intenta Guti, al que acribillan a patadas. Decíamos ayer




