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La soberbia ha batido a 'Il Dottore'

Valentino Rossi es para el motociclismo lo que Classius Clay para el boxeo, Pelé para el fútbol, Michael Schumacher para la Fórmula 1 o Michael Jordan para el baloncesto. Y me arranco así para subrayar una reflexión en voz alta del deportista más genial que nunca he visto (me refiero a Jordan) en la que venía a decir que el talento sirve para ganar un partido, pero que la inteligencia es la que lleva a ganar los campeonatos. Qué razón tenía el emblemático jugador de los Chicago Bulls y que poco caso le ha hecho el motorista (que bonita pero desahuciada palabra) más talentoso que he visto en mi vida, 'Il Dottore' Valentino Rossi.

Nicky Hayden es el estadounidense con menos aptitudes que ha ganado un Mundial (después de Kenny Roberts Jr), pero ha suplido su falta de destreza con esa inteligencia que demandaba Jordan, amigo de Hayden. Rossi no ha perdido el campeonato en una curva bautizada como Michael Doohan del circuito de Cheste a ochenta kilómetros por hora, lo extravió en el mes de abril cuando se subió a un Ferrari contagiado por ese trastorno que padecen los más grandes que se llama soberbia y que le hizo despreciar a todos sus rivales, a su propio equipo e incluso a sí mismo.

Soy el primero que reprocha a Hayden haber liderado una carrera de MotoGP, sólo 29 vueltas frente a las 112 del italiano, y de haber ganado dos carreras frente a las cinco de Valentino, pese a disfrutar de una moto (incluido el maldito embrague) que es un auténtico pepino si la comparamos con la lastimosa M1. Quizás Nicky nunca llegue a tener los siete títulos del mundo (tres en 125cc, 250cc, y 500cc y cuatro en MotoGP) y los tres subcampeonatos que ha logrado Rossi en once años, ni nuestra admiración absoluta, pero ha demostrado con su perseverancia y tozudez de Kentucky que hasta el más brillante piloto que jamás se ha montado encima de una moto no puede despreciar dos palabras sagradas para un deportista: trabajo y humildad.