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Kipling contra el derrotismo

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Tengo un tío Rudiyardo. Tan estrepitoso nombre no es más que la españolización del suyo. Es tío de todos, bien mirado. Más le conocen por Kipling. Gran atlético, sin duda. Hay quien le atribuye condición de seguidor del Eton FC. No es incompatible. Pero que era atlético, Kipling, no puede negarlo nadie que haya estudiado con atención y algo de amor su poes versos de combate contra la fatalidad, guerra lírica contra los que aceptan que hay designios inefables que vuelven negra toda suerte, contra los que aseguran que existe El Pupas y contra los pupas.

Defiende que la voluntad firmemente mantenida acaba por conquistar la meta buscada, que uno puede perder pero no rendirse ("si arriesgas en un golpe y lleno de alegría tus ganancias de siempre a la suerte de un día y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era"), que más importante que cualquiera de los rojiblancos de ayer y hoy, es el club hecho a golpe de corazón desde el principio de los tiempos futbolísticos: "Vale más la partida que aquellos que la juegan. El barco es más valioso que la tripulación", escribió.

Hemos perdido un partido bien; hemos perdido un partido mal. Bien en La Coruña donde el equipo sostuvo la imagen y el derecho al triunfo de principio al fin: así se pierde un partido, o dos, se ganan los demás. Mal contra el Levante. Partido feo, tonto, camarrúpico del todo, metido en nieblas y con la banda en desafine, bien palmao pero con revancha, ojirri. Con sólo un partido al bies ya está parte del personal en un San Vito de la mañana a la noche; que hay lesiones y habrá que compensar en el próximo mercado, claro que lo vemos, hasta ahí llegamos. Pero que el equipo se rompa más allá de los lesionados es otra copla. Y si los de dentro como los de fuera, nos alteramos a la primera derrota -parcial, insisto- volveremos a dar de comer al fracaso. Y aún más allá, si todos decidimos hacer el canelo, rajar por las esquinas y derrotarnos antes de la derrota, deberán quedar unos cuantos empezando por los once que mantengan la calma, que es el traje que mejor le sienta al triunfo. Está en nuestro tío, claro: "Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila cuando todo a tu lado es cabeza perdida... todo lo de esta tierra será de tu dominio y mucho más aún: serás hombre, hijo mío". ¿Poesía en un diario deportivo? Así es Aleti, señora. Así es el Aleti.Tengo un tío Rudiyardo. Tan estrepitoso nombre no es más que la españolización del suyo. Es tío de todos, bien mirado. Más le conocen por Kipling. Gran atlético, sin duda. Hay quien le atribuye condición de seguidor del Eton FC. No es incompatible. Pero que era atlético, Kipling, no puede negarlo nadie que haya estudiado con atención y algo de amor su poes versos de combate contra la fatalidad, guerra lírica contra los que aceptan que hay designios inefables que vuelven negra toda suerte, contra los que aseguran que existe "El Pupas" y contra los pupas. Defiende que la voluntad firmemente mantenida acaba por conquistar la meta buscada, que uno puede perder pero no rendirse ("si arriesgas en un golpe y lleno de alegría tus ganancias de siempre a la suerte de un día y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era"), que más importante que cualquiera de los rojiblancos de ayer y hoy, es el club hecho a golpe de corazón desde el principio de los tiempos futbolísticos: "Vale más la partida que aquellos que la juegan. El barco es más valioso que la tripulación", escribió.

Hemos perdido un partido bien; hemos perdido un partido mal. Bien en La Coruña donde el equipo sostuvo la imagen y el derecho al triunfo de principio al fin: mejor que el que ganó: así se pierde un partido, o dos, se ganan los demás. Mal contra el Levante. Partido feo, tonto, sosote, camarrúpico del todo, metido en nieblas y con la banda en desafine, bien palmao pero con revancha, ojirri. Con sólo un partido al bies ya está parte del personal en un San Vito de la mañana a la noche; que hay lesiones y habrá que compensar en el próximo mercado, claro que lo vemos, hasta ahí llegamos. Pero que el equipo se rompa más allá de los lesionados es otra copla. Y si los de dentro como los de fuera, nos alteramos a la primera derrota -parcial, insisto- volveremos a dar de comer al fracaso. Y aún más allá, si todos decidimos hacer el canelo, rajar por las esquinas y derrotarnos antes de la derrota, deberán quedar unos cuantos empezando por los once que mantengan la calma, que es el traje que mejor le sienta al triunfo. Está en nuestro tío, claro: ..."Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila cuando todo a tu lado es cabeza perdida... todo lo de esta tierra será de tu dominio y mucho más aún: serás hombre, hijo mio".

¿Poesía en un diario deportivo? Así es Aleti, señora. Así es el Aleti.