Robinho cambia la vida del Real

Hay vida tras el marasmo de flechas tácticas. Existe el fútbol en estado puro pese a los corsés de los técnicos. ¿No es mejor un partido con 20 ocasiones de gol que otro con un par de disparos a puerta? ¿Se puede combinar cierto rigor defensivo con la improvisación de jugadores talentosos? Se puede. El clásico dio a la razón a los que defendemos un fútbol divertido, con un punto de anarquía, con arremetidas de unos y de otros. Y en ese escenario Robinho es imprescindible. Lástima de mes y medio de ostracismo del brasileño.

Pero hubo más. Para ganar al Barça hay que meter la pierna siempre, ser agresivo en cada jugada, correr de forma agónica durante 90 minutos y no perder jamás la concentración. Aún así necesitas que la suerte te acompañe, que los goles lleguen en momentos claves, que Etoo vea el partido por la tele y que Messi se atraque de balón. A Capello hay que reconocerle el punto de humildad para rectificar y su sabia manera de mezclar conceptos. Igual la derrota de Getafe acaba resultando clave en el devenir de la temporada. La catarsis necesaria en un equipo con viejos problemas y agotado mentalmente puede que llegara ese día de forma natural en el vestuario, cuando se miraron a la cara y no se reconocieron.