Capello nos otorga mucho poder
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Llega un partido que desnuda a jugadores y técnicos. Las vergüenzas quedan al aire porque se multiplica por mil el número de ojos que escudriñan cada jugada o cada movimiento táctico. El mito de Cruyff en el banquillo se nos derrumbó en parte una noche en el Bernabéu por exceso de prudencia. Y el de Rijkaard se agigantó las pasadas temporadas porque no varió su libreto ante el Madrid. ¿Qué hará Capello? Tengo que reconocer que me tiene despistado. Hace unos años era insensible a recomendaciones periodísticas. Pero por lo visto en el último mes, escucha y hasta es capaz de sensibilizarse frente a ciertas corrientes. Cierto es que lo hace con molestia.
Digo esto porque algunos allegados del italiano me cuentan que está alucinado con la presión que ejerce la prensa deportiva. Le desborda el número de medios y la presunta capacidad de influencia. Craso error, don Fabio. Pintamos menos que la Tomasa en los títeres. Su viña estará bien guardada mientras Ramón Calderón no quiera jugar a técnico. Es más, de siempre los directivos se han inclinado por hacer piña con entrenadores y jugadores cuando llegan los palos desde fuera. Lógico. Otra cosa es que los pensamientos que reflejamos sí calen entre la afición. Y ese empuje de los aficionados es el que puede acabar dando la vuelta a la tortilla. Cultive la autoestima de sus jugadores, sea atrevido y verá como los periodistas pasamos inadvertidos.




