Demonizar al Kun es injusto
Ya hacía falta que alguien nos echara una manita para situarnos por primera vez en muchos años en puestos de Liga de Campeones. Y ese no podía ser otro que nuestro adorado Agüero. Una manita de verdad, que le sitúa en la estela del mítico Maradona. Como el Pelusa, el Kun ha heredado de su humilde origen una picaresca que tiene en la vulneración de la ley o la norma, su razón de ser. No vamos a ser nosotros los españoles, que hicimos con El Lazarillo de Tormes del pícaro un género novelesco, los que ahora nos llevemos las manos a la cabeza. La picardía es parte del fútbol como lo son las polémicas arbitrales. Meter un gol con la mano no es un gesto ejemplarizante, cierto. Pero tampoco lo son las mil y una triquiñuelas que la mayoría de los jugadores utilizan para engañar al árbitro. Por no hablar de las entradas malintencionadas tan al uso que suelen mandar al quirófano a un compañero del que con toda la mala fe las lleva a cabo.
No demonicemos a un jugador como el Kun, que se crió seguramente con la máxima de que cada día había que buscarse la vida para sobrevivir. En esos puños enguantados estaba encerrada toda la rabia del que quiere darlo todo por el equipo que ha apostado por él. Ya me gustaría que todos los Musampas, Venturines, Jorge Larenas o demás medianías que hemos fichado en los últimos años hubieran tenido el grado de compromiso con estos colores que demuestra Agüero. Compromiso, talento y picardía le definen. Le auguro días de gloria a nuestro lado.