Vieron las orejas al lobo
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Antes de nada, mi admiración por Helguera. Unos le quitaron el dorsal, otros le mandaron a jugar con los juveniles e incluso algún zote le colocaba sí o sí en el Racing. Y él calladito, tragando, soportando una injusticia. Ocurre que si eres paciente, si sabes esperar, la vida te acaba dando revancha sana, esa que no se ha de buscar en declaraciones de despechado. Lo mismo sirve para Robinho, aunque a éste al menos le respetaron la taquilla. Capello se agarró a ellos en Rumanía y, aunque igual no lo merece, le acabaron dando mucho más que otros que parecen intocables. Bastó la velocidad del brasileño y la sobriedad de Iván para que el equipo cambiara de cara.
Ese aire fresco llegado del banquillo y los palos recibidos tras el bochorno de Getafe, bastaron para que el grupo reaccionara y doblegara a una banda de amiguetes que ponen mucha voluntad y poco fútbol. Del portero, un tal Carlos, me niego a comentar. No clasificarse en un grupo así resultaría humillante. En mitad de la euforia que pueda provocar esta goleada, los más reflexivos se preguntarán por qué un equipo recupera las ganas de correr en tres días. Igual la presunta caña que les iba a dar Capello no era suficiente y han tirado de autoestima.




