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Un mal día para pedir más dinero

La sala de los horrores que figura a la izquierda de estas líneas (y que, se lo juro, corresponde a una sola jornada y no a toda una temporada) es el final de la larga cadena de desastres que tiene cautivo al arbitraje español. No ascienden los mejores por el politiqueo de las cuotas regionales (queda bien y trae cuenta a efectos electorales ofrecerle al presidente de la territorial un colegiado en Primera) y por ese factor de corrección para ascensos y descensos que aplica Sánchez Arminio, presidente del Comité Técnico de Árbitros, como si a los informadores que acuden a los partidos y valoran las actuaciones los pusiera la Dirección General de Tráfico o la Fundación Oso de Asturias y no el propio Sánchez Arminio. Ese caprichoso factor ha llevado a Primera al tal Pérez Lima, cuatro años en los puestos de cola en Segunda y milagrosamente ascendido hace poco más de un año, para desgracia del Recre.

Y luego está la política disciplinaria. No es bueno, defiende el colectivo, airear las sanciones al juez (si es que alguna vez las hubo) porque eso merma su autoridad. Los castigos a los demás, en cambio, aparecen en la página web federativa los martes con puntualidad británica y explicaciones profusas. Y obedecen a lo que en las actas redactan los colegiados de forma inconcreta (caso Ronaldo) o cómica (casi de cárcel ese gravísimo, maleducado y reiterado "¡Uo!" de Kapo a Álvarez Izquierdo). Esta colección de desatinos conduce al mundo del fútbol a entender el arbitraje como algo ajeno, como un cuerpo extraño no sometido a ninguna ley y que ya amenaza para 2010 con una reclamación salarial inquietante: 240.000 euros por cabeza y temporada. Han elegido mala semana para hablar con la empresa.