Aquí no hay quien viva
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Me sorprende que Luis no saque la retranca y el mal genio en las actuales circunstancias. Parece como resignado a su suerte. El Luis que yo conozco se habría ciscado en el muñeco que le ponen a cada paso con la figura de Raúl, hubiese repasado algo más que el número de veces que ha llevado a Joaquín para contestar al gaditano y, de paso, mandaría recaditos a su jefe Villar para que pusiera orden en una casa de locos. Pero no. Ha decidido refugiarse en los suyos y poco más.
Y en medio de tanto caos, el seleccionador decide hacer lo que tuvo que hacer en agosto: mover el árbol. Desconozco si el cambio es la solución pero tengo claro que, otorgándole el mando a Cesc o Villa, igual encontramos una nueva vía. La vía de la ambición, la de aquellos que se olvidan de todo lo ajeno al juego. Esos dos futbolistas son de los que matan por jugar. No tienen tiempo ni para celebraciones especiales ni para corrillos. Luis lo sabe, y sabe que son su última tabla de salvación. Pase lo que pase en Suecia, no seré yo el que baje el pulgar para sentenciar a nadie. Ya hay otros esperando.




