Mientras no pierda la sonrisa...
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No aparece en ningún perfil de Robinho la fortaleza mental que está demostrando desde que fichó por el Real Madrid. Lejos de endiosarse, ha sabido interpretar la dura realidad que le ha tocado vivir. Sin lamentos, sin amenazas de deserción. No vale de nada pensar como habría encajado en un equipo rodado y ganador. Por ejemplo, el Barcelona de Rijkaard. Eso sería hacerse mala sangre. Tampoco sirve de mucho ampararse en el infortunio de haber conocido tres entrenadores y cuatro presidentes en un año, en el año en el que llegó a Europa. A estas alturas, lo único preocupante es que su juego no ha crecido en la misma medida que su físico y su carácter. Y en esa faceta, en las actuales circunstancias, se antoja bastante complicado.
Sinceramente, no encuentro explicación a su actual ostracismo. Si algo le falta al Madrid de Fabio Capello es fantasía y espectáculo. Si flaquea por algún flanco es en el de jugadores que desborden por velocidad, que encaren al rival en el regate, que rompan un partido con improvisación. Capello invierte los términos. Primero quiere que el jugador abandone el aspecto frágil que transmite y luego ya llegarán las bicicletas. El problema es que igual se pasa de rosca con lo físico y Robinho se olvida de regatear. El termómetro que nos indicará la situación del brasileño será el estado de su sonrisa. Mientras no la pierda, la cosa va bien. ¿Sabrá interpretarlo Capello? Es una duda que tendrá que resolver antes de llegar al mercado de invierno.




