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La canción es nuestra

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No sé si fue el año en que expulsado uno de los centrales, ocupó todo el espacio el negro Luis Pereira. Jugó nuestro brasileño con una rodilla vendada desde los primeros minutos y bajo el apósito, que seguro dijo apósito aquella noche Matías Prats, una brecha para un costurón. Jugó y cómo jugó el cierre que llegó con Leivinha. Les hizo sombreros en el área propia, les llevaba con el cuerpo a los rincones sin comerse un amago, les tacleaba, se la pisaba con la pierna lesionada. Y en todas sonreía. Mira que los negros sonríen bien. Pues no he visto ni al gran Antonio Machín sonreír como aquella noche sonreía el astro que vino de Palmeiras. Por fin vi un color blanco perfecto, lo llevaba en los dientes Luis Pereira la noche del vacile. La exhibición con diez para ganarles 0-1 fue de tal calibre que el tercer anfiteatro, 60 pelas, se convirtió en una verbena rojiblanca de alegría total.

O quizás fue el año en que marcó Ufarte, que la pilló fuera del área grande, fintó que me voy pallí pero marramiaú que me voy pallá, y a la salida de su regate, suyo y sólo suyo, la pegó con truco (no me quites el laísmo, corrector, que en el fútbol hablamos así). Dijo Miguel Ors que fue un tirinho brasileiro: el balón botó ante el meta blanco, cogió velocidad y hasta luego chavalín. No sé si eso es brasileño o de Pontevedra pero viva mil veces la madre que te parió, José Armando, por aquella que también fue de noche y también para un 0-1. Y por muchas otras más. No fue en la temporada del 0-4 con Menotti, un partido que me toca las narices porque pudo ser 0-12 tranquilamente, llovía y su gente se fue al empezar la segunda parte, ahí les dejaron. Ni el anterior 0-4 que lo mismo aunque no llovía. Tampoco en la del 0-3 de Manolo y Rodax, que por aquellos dos goles le disculpo lo demás. Ni pudo ser el 3-6, récord total de tanteadores entre ambos rivales porque sólo lo he visto en sueños y un poco en el archivo del NODO. Pero en sueños muchas veces, es como volar.

En realidad pudo ser cualquier año pues para eso somos el equipo que más puntos les ha levantado en Chamartín. Fue uno de esos años cuando la Peña Fondo Sur inventó una nueva manera de animar, llenó el Calderón de banderas, de bufandas y canciones. Así nació la suya, la de Heraldo Bezerra Nunes, Becerra, después de hacerle dos goles a Capó el del Sabadell. Primero fue un susurro, luego un grito cantado, al fin un estruendo: ILLA ILLA ILLA BECERRA MARAVILLA. A los meses la hinchada añadió: BIEN BIEN BIEN Y GARATE TAMBIEN. Luego Becerra se fue a Boca y una mala atardecida se quedó para siempre con 31 años en la carretera de Rosario. Alguna vez, el eco canta su canción, esa que como tantas otras, como casi todas, han copiado los demás. No importa, nuestro ingenio no se molesta en ir al registro: vale con recordarlo alguna vez. Es nuestra. Y con la canción de Becerra, el eco rojiblanco grita también el nombre de aquel extremo que es en el cielo puñal del Aleti.