Subamos al vuelo RC-500

Subamos al vuelo RC-500

Llegó al Asador Donostiarra como si fuese su segunda casa. La primera es el Santiago Bernabéu. Su particular país de las maravillas donde ha volado como una hormiga atómica durante diez años en los que ha visto todas las caras de este Real Madrid que se ha convertido en el eje de una carrera espectacular. Llegó tras la megacrisis del año de Arsenio Iglesias, vivió el quinquenio mágico de las tres Champions y ha sido cabeza de turco en la caída estrepitosa de la Galaxia de Florentino. Pero a las personas hay que mirarlas con perspectiva. Y lo de Robertinho en el Madrid es para quitarse el sombrero. 500 partidos. 5.000 incursiones por la banda. Más de 60 goles. Un lujo del que nos acordaremos cuando nos diga "hasta siempre".

Roberto Carlos no es ni siquiera extranjero, aunque haya defendido ya casi 150 veces la camiseta de la selección canarinha. Me consta que en esta década prodigiosa ha tenido más de diez amantes esperándole con un fajo de billetes diciéndole: "Cómeme". Pero él sabe lo que es defender la camiseta del Madrid: "¿Cómo iba a irme de aquí?". No se lo niego a ustedes. Con todos sus defectos (reflejados en ocasiones por mi agrietada pluma), Roberto Carlos es patrimonio de este club. Ya está en el top ten de los jugadores con más partidos de la historia. Ha sabido estar a las duras y a las maduras. Don Santiago Bernabéu lo habría tratado como un hijo. Ayer me emocionó. Sigue siendo uno de los nuestros. Subamos con él al vuelo RC-500. Crack...