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Buscar los sonidos del silencio

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Vivimos en un mundo ruidoso, en un país ruidoso, en una ciudad con demasiado ruido. "Ruido entrometido, ruido escandaloso, ruido enloquecido, ruido intolerable, ruido sin sentido", que tan bien diría Sabina. A muchos nos parece, por ejemplo, que todo este ruido político continuo que tenemos de fondo tiene poco que ver con la búsqueda del bien común. Como poco útil debe resultar para la mejora del deporte, en general, y de la Selección de fútbol en particular, tanta bulla aprovechada y con tan poco espíritu crítico. Todo ese ruido nos ha hecho olvidar los misterios y enseñanzas del silencio. Del mismo modo que, apenas salimos de la ciudad, alzamos la vista y surgen las estrellas, igualmente apenas abandonamos la civilización, el ruido desaparece o creemos que desaparece. Por debajo de lo que creemos silencio hay otros ruidos muy diferentes, son, parafraseando a Simon & Garfunkel, los sonidos del silencio.

Sonidos que son los silencios de la vida: el rumor suave del bosque o turbulento de los ríos, los chasquidos de las ramas secas, el crujido de nuestras pisadas en el hielo, el siseo de la arena del desierto. Toda una paleta de sonidos aparece en cuanto penetramos en la naturaleza con los oídos abiertos. Cuando oímos caer un alud atronando por una montaña, o aullar el viento que nos zarandea, podemos gozar de nuestra vulnerabilidad frente a la naturaleza. Pero esa fragilidad es también nuestra fuerza. Nuestra vida es limitada pero podemos elegir entre llenarla de vulgaridad o de pasión, de silencio, de aventuras, de ese tiempo que como ha dicho Savater, "...es el tiempo imposible de comprar o vender... es el tiempo apasionado". Pero ese "Reino del silencio", está lleno de enigmáticos rumores que forman el tejido mismo de la vida: el bombeo del corazón, el murmullo de la sangre en las venas.

Necesitamos recuperar los sonidos del silencio. Aislarnos de los ruidos que nos apabullan, buscar el silencio puro, pues la búsqueda del silencio no es otra cosa que una búsqueda interminable en la que nuestro oído y nuestro espíritu pueden captar cada vez sonidos más perfectos y más sutiles. Mi experiencia me ha enseñado que en el interior del Gran Mar de Arena o en lo más alto de una cima cuando he alcanzado la soledad, la libertad, la paz perfecta, he aprendido que el silencio no es más que el lugar donde reencontrarnos a nosotros mismos.

Sebastián Álvaro es el director de Al Filo de lo Imposible de TVE.