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El fútbol ardió de envidia

La superfiesta de la Plaza de Castilla, nocturna, esperada, merecida y multitudinaria, se quedó a media pantalla. La otra media la devoró el incendio de una de las torres galácticas levantadas sobre lo que un día fue la ciudad deportiva del Real Madrid, convertida después, durante el mandato de Florentino Pérez, en solución económica del club. El edificio-antorcha, que tiene guasa, pertenece al grupo empresarial de Villar Mir, candidato derrotado en las recientes elecciones del club blanco. Todo lo que jugó contra el festejo tuvo que ver con el fútbol que, sin jugarlo, ha perdido este Mundial de Gasol y pareció levantarse en llamas contra su infortunio y su impericia. Le ha encendido la envidia, sospecho.

Y allí, entre frases tranquilizadoras del alcalde Ruiz Gallardón que difícilmente eran capaces de desmentir las sofocantes imágenes televisivas del incendio, pasó la velada la majestuosa Selección de Pepu. Ante la muchedumbre entregada ofreció la imagen educada, sencilla, amable y natural que ha acompañado a su gesta en Japón, lo que demuestra que también se puede ser campeón del mundo siendo de este mundo. Lo dicho, envidiable.