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La enorme locuacidad de Alonso y Pedrosa

Nunca he compartido ese mito de que sólo a los pilotos de mente fría y nervios de acero Dios les ha dado la gracia de ganar un Mundial. Tener miedo o ser nervioso e impulsivo es consustancial con una persona que ha decidido ganarse el pan volando a más de trescientos por hora a ras de suelo. Lo que diferencia a los campeones de sus rivales, tanto en el motociclismo como en el automovilismo, no es ser un tipo impasible sino esa habilidad inexplicable de resolver situaciones inverosímiles en una fracción de segundo (los demás necesitan dos), una virtud que hoy por hoy tienen en exclusiva Alonso, Pedrosa Schumacher y Rossi, y que unida a su ambición de vencer les hace imbatibles. Esta reflexión viene al caso porque este verano algunos pilotos y sus incondicionales son portadores de un virus que lo debe contagiar ese chovinismo ibérico que azota al país, y cuya infección les ha nublado su capacidad racional de decir cosas coherentes al concluir las carreras. Si el día ha sido gris toca condenar la audacia extrema, y si hay victoria patria toca santificar esa osadía.

Y es que escuchar a Pedrosa ajusticiando a Hayden o Rossi porque no le dejan pasar, o que Alonso demonice cada fin de semana al abuelo Schumacher porque pasa por encima a sus rivales me parece incomprensible, cargante e incluso de pilotos llorones. ¿Qué esperan de dos individuos que suman entre ambos catorce mundiales? Además ¿a qué se refieren? Yo todavía no he visto maniobras enrevesadas (a excepción de los desvaríos de Ralf Schumacher, Montoya o Stoner) tipo las de Senna y Prost en 1989 y 1990, o Capirossi y Harada en el Mundial de 250cc de 1998. En cambio sí he disfrutado de magníficas batallas cuerpo a cuerpo, al límite, con finales épicos y gloriosos. ¿Alguien cree que carreras como las de Fernando en Hungría o las dos vueltas de Dani con Rossi en Brno se consiguen bajo los efectos de la cautela y la sensatez? Pocas cosas deseo más que Alonso gane otro título y que Pedrosa emule a Crivillé, pero actitudes exageradas como éstas empalagan y aburren, y lo único que transmiten es una impotencia que nada tiene que ver con la categoría que atesoran.