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Miguel es el dueño de la venganza

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Lleva dentro la flor de la venganza pero él no lo sabe. Ignora que está marcado por la historia para quebrar un maleficio y en sus ojos despiertos, atentos, pillos, vive la mirada del que llega para quedarse y triunfar. Para derrotar a un miserable fantasma que tendió un velo negro sobre el futuro de quienes le precedieron: Adrover, Vidal, Ramón, las estrellas rotas que llegaron de Alicante, tres camisetas rojiblancas para envolver tres corazones golpeados. Miguel Adrover era un extremo cautivador de engaño y salida, heredero de la banda derecha en aquel Aleti volador al que había hecho campeón Ricardo Zamora un año antes. Suyo el futuro. Tres años de gloria que se quebraron un estío cuando cumplió 23. No pudo llegar a la presentación de la temporada 45-46. Un daño fulminante acabó con las fintas del exterior rojiblanco. Jamás con su recuerdo. Antonio Vidal pasó al Alcoyano desde su Hércules. Y de ahí, en el traspaso más caro del balompié profesional, al Atlético de Madrid. Pero era barato. Fue el ocho de la delantera de seda. Llegando de atrás, movido por una velocidad que aniquilaba defensas, consiguió para las rayas rojas y blancas 23 goles en 32 partidos. La enfermedad de nuevo nubló la luz alicantina y si no acabó con su vida fue bastante para cerrar su maravilloso futuro futbolístico. A la de seda le nació la de cristal para ganar más ligas pero bien visto, y siendo grande, aún lo habría sido más si entre Ben Barek y Carsson la salud hubiera mantenido en su sitio a la flecha Vidal. La mala salud acabó con ese puñal entre genios. Jamás con su recuerdo.

Ramón Navarro, el joven de la banda izquierda que hizo pequeño el campo alicantino de La Viña, fue convocado por todos los grandes en la temporada 67. Entre los grandes eligió al suyo, el Aleti de Madrid. Era el momento de ganar la banda que durante más de tres lustros había trillado con precisión de jardinero el Niño Enrique Collar. Pero no llegó a cambiar la camiseta de su Hércules por la de su Aleti. Un reconocimiento médico en el Calderón le salvó la vida pero le cerró el fútbol. Ramón murió hace unos meses aún joven. No hubo minuto de silencio para un jugador nuestro que nunca jugó con nosotros. Ese dato acabará con su inclusión en la estadística del club. Jamás con su recuerdo. El carácter reservado del que aprende cuando mira y la mirada avisada del que reserva su carácter para enseñárselo al rival y a los 60 mil que atienden. Se llama Miguel, juega en el Aleti y viene con otros tres corazones en el pecho, del Hércules, de Alicante. Es el dueño de la venganza: ¡Macho Miguel!