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Desde 'La cresta del gallo'

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Hasta aquí, un remoto rincón del Karakorum, nos llegan ecos de lo ocurrido en el Tour; de la emoción intensa que han vuelto a provocar las gestas de Sastre y Pereiro, al mejor y más añejo estilo de los grandes mitos, ayudando además a ese deporte a alejarse de estafadores y matasanos. En esto de las emociones intensas también el alpinismo tiene aspectos en común con el ciclismo. Hubo un tiempo en que hablar de montaña era sinónimo de exploración. Quizás ya lo hemos olvidado, en estos tiempos en los que la faceta más competitiva del montañismo se ha erigido como la más relevante para los medios de comunicación. Pero lo cierto es que la montaña no sólo nos confirma que la exploración sigue siendo posible, sino que se trata de su verdadero terreno de juego, su verdadera esencia.

Como bien escribió el explorador inglés Apsley Cherry-Garrard, "la exploración es la expresión física de una pasión intelectual". Así pues, cuando nos planteamos animar a nuestro amigo Juanito Oiarzábal para que volviese a la montaña, pensé que el mejor lugar para conseguirlo se encontraba en un valle recóndito y apartado del Karakorum, ajeno a cualquier contaminación generada por la "carrera de los ochomiles. El resultado de esta apuesta está siendo espectacular precisamente en lo que se refiere a este apartado de exploración. Cuando ayer mis amigos se bajaban de una montaña de más de seis mil metros, conocida por los baltíes como "La cresta del gallo", después de haber abierto una ruta nueva y de haberse quedado muy cerca de la cumbre, la cara de satisfacción de Juanito era la mejor prueba de lo atinado de la propuesta. Llevamos casi un mes sin ver a nadie, en un valle rodeado de montañas de seis y siete mil metros. Nos hemos acercado a uno de los confines actuales de la Tierra, a uno de sus últimos parajes perdidos. Hemos llegado a ver el glaciar Kaberi y también el Kondus, y, más a lo lejos aún, el glaciar de Siachen, todos ellos con el acceso prohibido a causa del conflicto indo-pakistaní. Estamos haciendo realidad nuestro grito de guerra, ése que nos prestó Valdano: "Es probable que nos ganen pero nosotros saldremos a divertirnos". Nosotros tenemos la suerte de estar ahora en un terreno de juego excepcional.