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El Tour más bonito en varios años

La Operación Puerto ha sido buena para el Tour y para el ciclismo en general. Se ha demostrado que la carrera francesa no perdona a nadie y por eso es la más grande del mundo. Nunca ha permitido la barra libre en el dopaje, ni siquiera a los franceses, y se ha cargado a los tramposos. Con su postura inflexible, algunos esperaban un Tour de verbena, pero resulta que hemos asistido al más bonito de los últimos años. Ha quedado claro que sin las grandes estrellas, que estaban manchadas, también se puede disfrutar de una prueba atractiva.

El Tour ha sido una competición bastante más limpia que en ediciones anteriores, de ahí las pájaras que han sufrido los ciclistas y que hacía mucho tiempo que no veíamos con tanta asiduidad. Los corredores han tenido miedo a quedarse sin licencia. Sin embargo, al igual que en otros deportes, es imposible la limpieza absoluta y mucho me temo que algunos iban con las cartas marcadas. Ahora, la Operación Puerto debe llegar hasta el final. Que salgan todos los nombres a la luz, porque sería muy triste que pagaran unos sí y otros no. Y no me refiero sólo a los ciclistas, sino a otros deportes.

El primer golpe del escándalo hizo mucho daño al ciclismo, pero a día de hoy le ha beneficiado. Ya no pueden señalar con el dedo a nuestros ciclistas como antes, cuando justificaban sus resultados porque les llevaba Eufemiano Fuentes. Esta vez el médico no andaba detrás y los nuestros han brillado como en pocas ocasiones anteriores. Miguel Indurain ganó cinco Tour, pero la actuación del resto de españoles fue mediocre.