La misma canción del verano
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En el asunto Roberto Carlos tengo claras dos cosas. La primera es que debe tener la mejor salida posible del club por la década prodigiosa que regaló en el Real Madrid, independientemente de la fecha del finiquito. La segunda cuestión es que la nueva Junta Directiva no puede caer en la trampa de cada año, consistente en ir renovando el compromiso del jugador brasileño al amparo de presuntas ofertas deslumbrantes que llegan del exterior. Sabemos que es práctica habitual de los intermediarios lanzar el rumor en los medios y luego ir a la sede de la institución con el periódico debajo del brazo con la noticia publicada para pedir mejoras en los contratos de sus clientes. Pero cuando eso lo has utilizado en los tres últimos veranos, no debería colar.
Es lícito que Roberto Carlos quiera sacar el máximo rendimiento a sus dos o tres últimos años en activo, tan lícito como que el Madrid planifique su plantilla sin ningún tipo de presiones. A veces me pregunto para qué valen las famosas cláusulas de rescisión, si resulta que todos los equipos dan por buena la máxima de que cuando un futbolista quiere marcharse, lo hace. Pues que lo haga, pero pagando el máximo o, si es el caso que nos ocupa, pactando una salida donde se tengan en cuenta los años de servicio y su avanzada edad. Todo lo demás es entrar en un juego absurdo que sólo beneficia a una de las partes. Llegó de la mano de Capello y se puede marchar justo cuando regresa el italiano. Pues que así sea, pero sin montar dramas.




