Entre predicar y dar trigo
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Todos los candidatos soltaban de tapadillo que irían a pescar a Italia si explotaba definitivamente el escándalo de los favores arbitrales. Pero ninguno utilizó como reclamo a jugadores de la Juve como Emerson, Cannavaro o Zambrotta. Tampoco lo hizo el actual presidente. Lógico. Vender, lo que se dice vender, no venden. Pero Fabio Capello no está para que aumenten las tiradas de los periódicos, ni para ganar unas elecciones, que eso ya lo hicieron por él. Está para formar un equipo y, repasando su historial, lo hizo siempre partiendo de una especie de guardia pretoriana que le blinda en el vestuario y en el terreno de juego. Él, con fichajes que vienen a trabajar y no a lucirse, manda su primer mensaje, al tiempo que recompone el equipo.
Acorto plazo, esos tres jugadores de la Juve pueden ser más rentables que las promesas electorales, a saber, Kaká, Cesc y Robben. Otra cosa es que sean jugadores para dos añitos, que no se pueda explotar su imagen o que su tirón en la taquilla no se vea reflejado. Capello no ha venido para eso, ha venido para ganar. En su primera etapa como madridista ya lo hizo, eso sí, con el equipo liberado de compromisos europeos. Pero se fue algo amargado porque, al margen de cuitas con Lorenzo Sanz, el Bernabéu nunca le profesó un especial cariño, ni a él ni a su manera de entender el fútbol. Ocurre que ahora todos han visto las orejas al lobo y Fabio tendrá manga ancha. De la prédica presidencial y del trigo prometido, igual para el próximo verano.




