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¡Parque de Guadarrama para ya!

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El paisaje es más que un decorado. Es parte esencial de nuestra cultura, un valor patrimonial de todos que nos concierne preservar. Cada jirón de paisaje que desaparece sepultado bajo el ladrillo y el asfalto es una pérdida irreparable. El paisaje nos colma de emociones, ennoblece los sentimientos y su destrucción nos hace más bárbaros. Cada vez somos más los que así lo entendemos gracias a la labor incansable de pioneros en la defensa de la Naturaleza como Eduardo Martínez de Pisón. En los años 70, él y unos pocos progresistas se enfrentaron a la autoridad en defensa de la Sierra de Gredos, seriamente amenazada. Protestar contra Franco era sinónimo de compromiso democrático y defensa del medio ambiente.

Eran tiempos en los que además de razones había que tener un par de corajes para hacerlo. Lo hicieron y ganaron. Y con ellos ganamos todos. Décadas después, Pisón ha puesto su prestigio al servicio de un proyecto que le fue encargado por la Comunidad de Madrid: diseñar un plan de protección para la sierra de Guadarrama, dando lugar a lo que, esperamos, sea uno de los más importantes Parques Nacionales de España. El plan consiste en pasar de tener protegidas unas 1.000 Ha. a nada menos que 70.000. Curiosamente, los disparos a la línea de flotación del proyecto están llegando desde el Ministerio de Medio Ambiente. Este Ministerio, que pasará a la pequeña historia por haber perdido la gestión de los Parques Nacionales, parece complacerse en boicotear la puesta en marcha de este plan que ha conseguido la rara cualidad de contentar a casi todos, desde vecinos a ganaderos e industriales de la zona. Quizá todo se deba a una más de esas peleas de callejón oscuro en las que se enzarza la política doméstica y en las que lo importante es que el contrario no se apunte un tanto.

La ministra cuenta con la colaboración de peculiares periodistas ecologistas defensores de la proliferación de pistas de esquí y una punta de integristas que prefieren que no ganen los que consideran sus enemigos a que un espacio natural se salve. Mientras los navajazos van y vienen, el ladrillo avanza sobre las laderas de Guadarrama. Antecedentes similares hacen que no alberguemos esperanzas de que la cordura se imponga. Nos queda clamar: ¡Queremos el parque de Guadarrama ya!