Algo más que una baza electoral
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De entre los sesudos análisis sobre las figuras del Mundial, he visto pocos que hayan realzado la figura de Kaká. El precipitado adiós de su selección ha ocultado sus dos primeros partidos espléndidos. Pocos futbolistas hay ahora con un cambio de ritmo igual y que, además, conduzcan la pelota pegada al pie y posean un disparo de larga distancia tan certero. Digo esto porque la dificultad de su contratación viene unida a su caché. Posiblemente esté entre los cinco jugadores más cotizados del mundo. Me aseguran que el jugador está loco por la música de venir al Madrid. Pero no me cuadra que el Milán, tras la marcha de Shevchenko, siga desmantelando al equipo, salvo que vea seguro su descenso de categoría por corrupción.
Tampoco cuadran los números. Ramón Calderón, el nuevo presidente blanco, me dijo hace unas horas que prevé gastar unos sesenta millones en fichajes este primer año. Kaká, aunque el Milán se vea obligado a vender porque esté en Segunda, no aceptaría un precio menor a los cincuenta millones de euros. Vamos, que Kaká solito cubriría el cupo de gastos previstos. Doy menor valor a que la amistad entre Capello y Berlusconi obre el milagro. El presidente del Milán sabe separar muy bien los negocios de los sentimientos. ¿Entonces? Pues que, por pura intuición y sin ninguna clave sustancial, diría que el sueño de contratar a Kaká no es imposible. De lograrse, estaríamos por descontado ante el gran traspaso del verano en nuestro fútbol.




