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Hagan paso a la tropa de Pancho Villa

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Nadie podrá borrar de mis retinas lo que vi en Leipzig, cegado por un sol más almeriense que alemán y derretido de gozo por contemplar entre 15.000 compatriotas una exhibición que elevará nuestra autoestima para los restos. Dicen que los chicos comieron spaguettis a las 11 de la mañana para adecuarse al tórrido horario del triunfal debut. Desmiento la noticia. La tropa de Pancho Villa debió engullir un codillo sajón sonrosado bañado en Coca Cola, porque saltó al Zentralstadion como si creyesen que la final del 9 de julio dependiese de este arranque con los atropellados ucranianos.

Aquí compuso Schiller la 'Oda a la alegría' y Napoleón sufrió su primera gran derrota en 1813. Explico las dos referencias. Francia asume su decadencia entre miserables empates a cero, y la España más joven de la historia se da un festín de fútbol vertical, con diagonales perfectas, variantes tácticas sin límite y un repertorio ofensivo sólo al alcance de un equipo de 23 (lo recalco) capaz de acabar con esa Sala de los Horrores que ya tiene fecha de caducidad. Me olvido del resultado y me quedo con la actitud de Puyol en el cuarto gol. Con once 'puyoles' se cumplirá el grito de una grada entregada: "¡Sí, sí, sí, nos vamos a Berlín!".