Iker, un patriota convencido

Iker, un patriota convencido

Descubrí la auténtica grandeza de Iker el pasado 7 de septiembre. España se medía en el Calderón a Serbia. Una derrota nos dejaba fuera del Mundial de Alemania. Un SMS llegó a mi castigado móvil a media mañana: "Una ilusión, un sentimiento y 40 millones de corazones unidos para gritar: ¡Vamos España!". Lo firmaba un tal Casillas. Me llegó al alma. Un cuarentón como yo creía resignado que los futbolistas de élite no eran tan apasionados ni tan viscerales como los ciudadanos de a pie.

Con gente como Casillas guardando nuestra portería, o Puyol dejándose la vida tras la sombra alargada de Shevchenko, o el polvorilla Villa agigantando su cuerpecito para gritar "¡gooool!", España cimentará esta tarde un debut que paralizará a nuestro pueblo en torno a once pieles rojas. Iker es un símbolo. Mucho más que un portero. Cuando suena el himno se emociona, cuando come con su novia Eva le cuenta lo grande que sería aterrizar en la final del 9 de julio en Berlín y cuando telefonea a su padre le dice orgulloso: "Esta vez s regresaremos a Madrid con la cabeza muy alta".

A yer debatía con unos amigos sobre la identidad del mejor portero español de la historia. Unos apostaban por Iríbar. Otros por Arconada. Pues Iker lo tiene todo para superar a esas dos leyendas. Con sólo 25 años sabe que acabará pulverizando el récord de partidos de Zubizarreta (126) y cuenta a su favor con ese apéndice primaveral que tanto gustaba a Miguel Muñoz: la flor. Casillas no es perfecto. Lo sé. Pero hoy viajaré a Leipzig muy tranquilo porque sé que él cuidará de nuestra guarida. ¡Vamos España! ¡A por ellos, Ikerón!