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Torres en su salsa: dudas y presión

Del cúmulo de cosas absurdas que plagan mi vida, ninguna me lo resulta tanto como tener que defender a Torres una y otra vez. Mis argumentos a vuelapluma: no tiene gol, pero hasta este año ningún delantero español marcaba más que él (y no es lo mismo que te asista Aimar que Galletti); se ha estancado, pero es más joven que Iniesta, al que seguimos tratando con mimo por ser una promesa mientras a él le juzgamos duramente; no da la cara con la Selección, pero en el partido decisivo nos salvó con un doblete en Bélgica. Yo lo veo claro.

Y también Luis, para quien el Niño es innegociable. Pero el seleccionador no le hace ningún favor con este nuevo sistema en que, para hacerle sitio al futbolista anteriormente conocido como Raúl, escora a Torres y Villa a las bandas. Aceptando que Fernando flojea a la hora de definir con el balón controlado, lo que es indiscutible es su remate al primer toque: no piensa, no duda, no falla. Si le alejas de la portería, su peligro se diluye. Así, como falso extremo, no brilló ante Egipto y arrecian las críticas. Él no protestará, porque desde muy crío se ha acostumbrado a pelear contra el mundo y tirar del club más complicado del planeta, el Atleti, que tiene las exigencias de un grande sin los medios correspondientes. Pero le duele, seguro. Mal asunto, porque si hay un delantero en España capaz de marcar la diferencia en el Mundial es él. Si falla él, fallamos todos. Muchas dudas y toda la presión. Por suerte, así es como a él más le gusta.