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Un silencio que delata a mucha gente

Hace un par de años Juan Antonio Gutiérrez se encerró con Jesús Manzano durante diez horas en un hotel. Diez horas después 'Guti' salió de allí con el Watergate del ciclismo bajo del brazo. Nadie mejor que él sabe lo poco que le gustó publicar aquello. El ciclismo se moría y a él le tocó hacer la autopsia. Mal trago para un amante de este deporte. Aquello levantó envidias en los medios y ampollas en el pelotón. Muchos ciclistas, no todos (seamos justos) optaron por la Ley del Silencio con Guti. Le culpabilizaron de manchar el ciclismo, de meter a todos en el mismo saco. ¡Se daban por aludidos... y eso les delataba! Hasta un compañero, por llamarlo de alguna forma, cuestionó su ética de trabajo. Pobre de él, así le va con su periodismo insulso y servil.

Ayer cuando saltó de nuevo el escándalo me disgustó volver a ver al ciclismo vilipendiado en las páginas de sucesos de los periódicos. Pero por otro lado, me alegró ver cómo la razón asistía a alguien que se jugó el cuello persiguiendo la verdad. Alguien que se ha visto apartado y aislado por los mafiosos que mueven los hilos de este ciclismo que en lugar de enamorar, repudia. Hubo un tiempo en que el ciclismo era un deporte épico, de heróes que ascendían montañas inalcanzables. Pero una banda de mercaderes sin escrúpulos lo secuestraron y lo atiborraron de Actovegin, Eprex, IgF1, Neorecormon, Oxyglovin... Ayer mucha gente no pudo dormir por lo que se les viene encima. Pero Manzano, Díaz-Lobato, Darío Gadeo y Guti durmieron a pierna suelta. Y yo me alegro.