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Un tirillas, la Biodramina y el silencio

Qué tripulación necesita un barco para competir en una regata? Hay una vieja receta que se trasmite de generación en generación: Un tirillas en la proa, un gordo en la banda por aquello del contrapeso, unas cervezas en la nevera para los cuatro orangutanes que curran en la bañera e, irremediablemente, unas pastillas de Biodramina y un protector solar que supere el factor 40 para esos invitados que sacan el grumete que llevan dentro. Eso y un puñado de salvavidas por si la cosa se complica. Porque al mar no hay que tenerle miedo, pero sí respeto (otro viejo consejo). Se tiene la idea de que la vela es un deporte de élite. Y no es cierto. Al menos, del todo. Un barco de nueve metros (un tamaño medio), vale la mitad que un apartamento en la playa. Y está en primera línea... Por eso cada vez hay más gente que navega en España.

Pero la Copa América (me permiten obviar el del) es otra cosa. A pie de palo han estado lanzadores de peso; en los coffees hubo leñadores canadienses; y en su popa han gobernado biólogos marinos, arquitectos, farmacéuticos... Y luego están los proas, que son a la vela lo que los porteros al fútbol. Los locos. Eso sí, la gran diferencia entre un Copa América y un barco de fin de semana es el silencio. Cuenta Jesús en este divertido reportaje que en el China sólo se escucha al patrón, mientras que en cualquier otro barco cuanto más se acerca la boya, más gente opina. Incluido el invitado. ¿O se habían creído que donde manda capitán no manda marinero?