NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

La santísima dualidad de la F-1

Aún no conocemos al espíritu santo, pero dios padre y dios hijo, la santísima dualidad del automovilismo, ya están definidos. Son Michael y Fernando. Ecclestone debería darles parte de sus beneficios por la enorme bendición que regalan a la F-1. El asturiano se consagró un año atrás en Ímola; una peana azul de paisariños le llevó a los altares. El alemán, un año después, ha resucitado en el mismo circuito sagrado, en fervor rojo de los tifosi. Con doce meses por medio han escrito dos capítulos admirables para la historia del automovilismo, han brindado dos espectáculos apasionantes. En un domingo mágico plagado de atractivos (Nadal y Federer en Montecarlo, Valverde en Lieja, el Madrid en Chamartín, Unicaja-Real en Málaga...), el rugido de Ímola se impuso a todo. Corazón, cabeza, técnica, táctica, valentía y clase girando y girando a trescientos por hora.

L a competencia entre colosos es el atractivo máximo del deporte. Barça-Madrid, Boca-River, Lakers-Celtics, Coppi-Bartali, Lendl-McEnroe, Di Stefano-Kubala, Magic-Bird... Tantas y tantas santísimas dualidades, a la espera de un joven espíritu que complete la trinidad, que tome el relevo. Una situación monoteísta, un dominador absoluto, suele ser augurio de declive. Armstrong, Jordan, Bubka... Grandiosos, pero sin rival equiparable. Falta el morbo, la incertidumbre, las facciones, el posicionamiento de los hinchas. El encumbramiento de nadiemeayuda Alonso y el resurgir del kaiser Schumacher son un regalo impagable para la F-1.