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Las reglas del juego y de la vida

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Jugar está perdiendo su verdadero significado. No hace mucho asistí a un debate en el que alguien, a quien ingenuamente consideraba un buen alpinista, afirmó sin rubor que él nunca ayudaría a nadie en una montaña de ocho mil metros. En efecto, unos meses antes había dejado abandonados a unos compañeros congelados mientras salía corriendo hacia el campo base. También recordé que este tipo había sido auxiliado más de una vez en varios ochomiles cuando descendía en apuros. Los que le habían ayudado sí sabían que la solidaridad forma parte de las reglas del juego, de la vida.

A esto se añade la evidencia de que la victoria y el espectáculo se han convertido en lo único de verdad importante, enterrando bajo toneladas de márketing y "derechos de imagen" asuntos medulares como es el valor del juego y la importancia de respetar sus reglas. No en vano, el deporte tiene mucho de escuela de vida, de simulacro con el que aprender algunas lecciones decisivas. De ahí, la importancia de respetar sus reglas. Cuando alguien declara que no le importa la forma de ganar un partido, u oculta, aprovechándose del desconocimiento general, que está usando oxígeno suplementario para escalar un ochomil, lo que están haciendo es saltarse las reglas del juego que han elegido jugar. Son de esa subespecie de "listos" que, en vez de ser perseguidos o al menos rechazados, son jaleados como triunfadores. Cuando se dice que Maradona es grande por haber utilizado la mano para conseguir vencer en un partido, o se jalea a los que tiran cabezas de cerdo a un estadio o los que, literalmente, hacen el mono para ofender a un jugador negro, se está pervirtiendo la esencia del juego.

A Maradona siempre le perseguirá en su magnífico historial aquella Mano de Dios y el Barça necesitará varias Copas de Europa antes de que se olvide esa denigrante imagen de la cabeza de un cerdo en el césped. Hoy, mareados por el deporte convertido espectáculo, sólo damos importancia a la victoria, la premiamos a cualquier precio y luego nos entristecemos con los casos de dóping. Tanto como la victoria importa el juego limpio. Valorar el cumplimiento de las reglas es devolver al deporte su carácter de verdadero juego de adultos en el que se desafían los límites, propios y ajenos.

Sebastián Álvaro es director de 'Al Filo de lo Imposible'