La Copa está a buen recaudo

Declaración de intenciones previa. Me caen genial Lotina y Víctor. No venden la moto, no lanzan bulos amparados en algún amiguete periodista y, sin embargo, tienen trabajo. Son muy buenos y llegan a la final con los deberes hechos. Aunque Lotina pensará que no porque el descenso todavía acecha. Pero que a estas alturas, cuando más que hacerle la cama le han cambiado varias veces las sábanas, tenga al equipo donde lo tiene, es para desmonterarse y luego mandarles a freír espárragos. Y lo de Víctor, más de lo mismo. El entorno maño le lleva buscando sustituto desde Navidad. Pero a terco no hay quien le gane. Que cometan la tropelía cuando termine el ejercicio y pueda defenderse con un buen balance.

Es la manía de no valorar lo que tenemos en casa. Dijo Víctor antes de eliminar al Real Madrid en semifinales que si lograban pasar a la final, tenían que darles ya la Copa. Han ido cayendo Barça, Atlético y Madrid. Como si no pasara nada. Pero sí pasa. Pasa que los dos finalistas de hoy han soñado con este momento desde el pasado verano. Pasa que se tomaron la Copa en serio. Que emocionaron a sus aficionados jugándola a tumba abierta. Y que han sabido comprender el valor de la misma. Espanyol y Zaragoza, equipos con tradición copera, defensores de una competición que intenta arruinar cada temporada el propio organizador. Si por mi fuera, encargaría a Federico Alegre, el joyero, dos trofeos. Eso sí, que no los entregue Ángel Villar.