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Mentir bien la verdad y ser opacos

El gatillazo con Viagra se olvidó pronto y sin rencor. Todo fue muy rápido. Desflorar la, aún hoy, inmaculada camiseta blaugrana promocionando un producto que ayuda a ser felices a millones de personas, bien valía aguantar cínicos chascarrillos de potenciales usuarios. Años antes, el mítico Pelé ya lo tuvo claro. Buen precedente. Y mal presagio: vender lo que no se tiene; hablar antes que estudiar las incompatibilidades legales. Laporta y su directiva acababan de llegar y todo quedó en novatada y ganas de hacer caja. En junio se cumplirán tres años de su victoria electoral. Desde aquella marrada inicial, el camino que debería conducir a la esponsorización de la camiseta lo han convertido en una pista helada donde la verdad se da de bruces a cada metro.

El puente aéreo con la China está inactivo, que no cerrado, aseveran todavía hoy. Se desconoce el cliente y el producto. No las cifras: a pie de avión y móvil en ristre, ellos mismos se encargaron de hacerlas llegar a los medios ("en tres días volvemos con el contrato firmado"). Regresaron sin convenio y con una cláusula de confidencialidad tan férrea que incluso afecta la dignidad. La suya y la de los demás (medios incluidos). Ridículo que todavía hoy se empeñan en mantener erguido. Y sin Viagra. Es un juego a perder -me refiero a la institución- pero siguen jugando. Hasta el límite: venden el poder compatibilizar el patrocinio de una casa de apuestas por internet con un mensaje solidario. No va más. Mienten bien la verdad y transparentan nítidamente la opacidad.