Ha sido un pecado de amor
Fabio Capello siente una profunda admiración por España y por los españoles. La mejor prueba es que se hizo construir una casa en Marbella, en la que descansa siempre que tiene ocasión. Lo que dijo sobre Franco ha sido malinterpretado, ya que nunca fue su intención provocar a los ciudadanos de un país del que valora que se haya colocado entre los primeros de Europa precisamente tras tantos años de dictadura. A Capello le gustan el orden y el rigor, y cree que España posee esas virtudes a las que une su espíritu libre y moderno, su constancia en el trabajo y su creatividad.
Las palabras de Capello se han tomado como una afrenta, cuando querían ser un cumplido. Fabio llegó a España y no se encerró en su casa a defender sus constumbres italianas. Salió a la calle, convivió con los españoles, adoptó sus costumbres y se integró. Tanto que se compró esa casa en Málaga, cuando podría haberlo hecho en las Bermudas, en las Fidji o en cualquier otro lugar paradisíaco del mundo. Si escogió Marbella fue no sólo porque le gusta el lugar, sino también el país, sus gentes y su modo de vida. Entender esto al revés es algo torticero.