El pecado del Niño es sentir al Atlético
Empecé a cubrir la información del Atlético un par de semanas antes de que Torres debutase en Albacete y ya el primer día me sorprendió su madurez, impropia de un crío de 17 años. Desde entonces le he visto crecer y demostrar que es uno de lo tipos más sensatos de este extraño mundo del fútbol. Me hace (triste) gracia cuando oigo que es un chulo o que está más preocupado de su pelo que de su equipo, cuando ninguno es más atento con los seguidores ni siente al Atleti la mitad que él. Reconozco que he sido el primero en pensar a menudo que lo mejor para Fernando era irse. Para él, no para el club. Porque comprar un buen futbolista es medianamente sencillo, pero un símbolo aparece cada dos generaciones y no tiene precio. Por eso me preocupa lo que veo últimamente.
Mucha gente de memoria frágil ha saltado sobre él en su primera crisis seria en cuatro años. Años en los que, sin él, se habría coqueteado con el descenso. Seguro. Él no se queja, lo asume, pero le duele. Como a usted, como a mí, como a cualquiera. Porque sabe que podría ser Etoo marcando goles a mansalva en el Barça, rodeado de pasadores, en vez de luchando solo contra el mundo en un equipo vulgar. Pero su equipo al fin y al cabo. El que él quiere. Dice que es difícil ser atlético en España y es cierto. No se refiere a estar marcados como los judíos en la Varsovia nazi, como ya he oído. Es justo eso. Los chistes, la exigencia y presión de un grande sin los medios y favores correspondientes. Y él en medio de la tormenta. Siempre. Mejor o peor, pero sintiéndolo. Ya le echarán de menos.