Cicinho vino al Madrid para jugar
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El titular de la columna puede llevar a equívocos si no llega usted hasta el final. Por falta de espacio, no figura lo de que Salgado llegó en su día para lo mismo. Enfatizo en Cicinho porque en el acuerdo con su club de procedencia, estaba el poder utilizarlo como moneda de cambio en futuras operaciones el próximo verano. Y no. El Madrid ha apostado fuerte por él pagando su traspaso. Si a esa confianza se añade un mes espléndido, convirtiendo en una bobada lo de la aclimatación a la que tanto recurren otros jugadores sudamericanos cuando no dan pie con bola, pues queda la impresión de que tiene todas las papeletas para ser el titular de la banda derecha en los próximos meses.
Pero está Míchel Salgado. No es un recién llegado. Superó la prueba del diez cuando pasó en un solo día de ser el yerno del presidente al empleado del enemigo de su suegro. Y eso, o juegas muy bien y te ganas la confianza plenamente, o acabas con una cornada de varias trayectorias. Tampoco manejó mal las habituales ofertas astronómicas que utilizan los representantes de los jugadores, que la mitad de las veces son humo pero que sirven para sangrar al club en las renovaciones, él no se puso excesivamente pesado y aquel canto de sirena del fútbol inglés no derivó en culebrón. ¿Qué quiero decir con todo esto? Que la veteranía es tan importante como los estados de forma. Y a López Caro también le pagan para poner ambas cosas en la balanza.




