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El verdadero móvil de la aventura

Quizá sea porque, en estos momentos, me encuentro navegando en el estrecho de Drake a bordo del velero de mis amigos Hugo y Marie Paul, yendo de un lado a otro del camarote y sin más opción que mirar al techo, pero lo cierto es que me ronda la cabeza un suceso ocurrido poco antes de mi partida a la Antártida. Le encontraron de madrugada, en medio de la nieve y con los calcetines y las zapatillas de deporte que calzaba convertidos en sendos bloques de hielo. Gracias al móvil que llevaba había contactado unas cuantas horas antes con los responsables de emergencias de la Comunidad de Madrid. Ni siquiera supo decirles dónde se encontraba perdido ni pudo hacer lo que le sugerían, descender de la montaña, pues decía que se encontraba agotado y -es de suponer- aún más asustado. Durante horas, los grupos de rescate de los bomberos, la Guardia Civil, la Cruz Roja y Protección Civil buscaron, en la noche y con nieve por la cintura, al excursionista perdido en la sierra madrileña.

Para su suerte, al fin lo localizaron a unos 2.000 metros de altitud y con una seria hipotermia de la que, supongo, se está recuperando. No muchos días antes había estado hablando con Reinhold Messner de estos sucesos, cada vez más frecuentes en todos los macizos montañosos europeos, incluidos los Alpes, donde pasar una noche al raso y sin equipo adecuado puede acarrear la muerte. Me resumió su opinión sobre estos comportamientos con una frase contundente que, ahora y aquí zarandeado por el océano, recuerdo con claridad: "Algunos creen que un teléfono móvil puede sustituir la valentía o la experiencia". No se trata de hacer leña del árbol caído, sino de extraer alguna provechosa lección para que este tipo de accidentes no vuelvan a producirse. Pareciera que la tecnología abrumadora que está hoy a nuestra disposición nos haya nublado el entendimiento hasta el punto de creernos invulnerables, hasta el punto de perderle el respeto a la naturaleza. Sin embargo, si algo nos ha enseñado la historia de la aventura es que toda precaución es poca.

Que adentrarse en territorios salvajes requiere coraje, pero también la experiencia que sólo se adquiere con un lento y concienzudo aprendizaje, de reflexión y prudencia. No puede improvisarse. Y, aún así, nunca cabe descartar el accidente. Precisamente por el enorme grado de incertidumbre que comporta toda actividad de riesgo, quienes las afrontan con seriedad procuran analizar todo hasta donde sea posible. El móvil más importante que debe acompañar una aventura es, desde luego, la prudencia. Y, por encima de todo, asumir con humildad su evidente inferioridad frente a la montaña, el océano o la tierra desconocida que ocupa sus sueños de aventura.

Sebastián Álvaro es director de 'Al Filo de lo Imposible'.