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De tontos, mezquinos y cobardes

Si todo el mundo se enterara de lo que uno opina sobre los compañeros de trabajo la vida se haría imposible. A veces se te suelta la lengua y cuentas algo sobre tu jefe que se podría usar en tu contra. Las reglas no escritas de la convivencia exigen que se respete la confidencia. Por eso, lo que el News of the World le hizo a Sven Goran Eriksson fue tan mezquino. Un reportero disfrazado de jeque invita al seleccionador a Dubai, le aloja en un hotel siete estrellas, le da de beber vino a 1.400 euros la botella, y entonces, en la sobremesa, enciende una grabadora escondida. Eriksson (pelín tonto, pero otros lo seríamos en circunstancias similares) se sintió obligado a dejar caer algunos chismillos sobre sus jugadores.

Nada de lo que dijo Eriksson fue escandaloso. Más que nada, se reveló como un hombre sosísimo. Pero la FA, cobarde ante la embestida mediática, le ha exigido que dimita tras el Mundial. Un absurdo, dado que ya se sabía que el sueco se iría por esas fechas. La lástima es que los del dominical se estarán congratulando, dispuestos a repetir la jugada con otro inocente. Por eso, de ahora en adelante, lo tendré muy claro: si alguien me ofrece una cena multimillonaria, saldré pitando.