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Las gracias de Martínez de Pisón

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Van a permitirme que hoy ceda este rincón en las páginas de AS a otras palabras que no son las mías pero con las que no puedo estar más de acuerdo. Las ha escrito mi amigo Eduardo Martínez de Pisón, para quien parece haberse inventado la palabra profesor. Además, esta ventana semanal también se ha abierto en varias ocasiones para hacerse eco de esta lucha de la que habla Eduardo en las líneas que siguen, y por tanto, sus lectores son también merecidos destinatarios de ellas.

Él dice, "lo primero de todo, gracias. Gracias a vuestro idealismo por las montañas, a la generosidad de vuestra actitud, al tesón y a la entrega con los que mantenéis su defensa sin perder fuerza ni ánimo, pese a las adversas circunstancias, pese a insolencias e ignorancias que uno no creía ya posibles. Gracias por el respaldo a las causas que no menguan, por el aumento de aliento y de compromiso que estos actos suponen. Gracias especiales por el recuerdo mantenido de las marmotas y los sarrios desterrados de Espelunciecha. Es áspero ir a contrapelo de la fuerza, del desdén y de la corriente. Por eso hay que apoyar a los poetas y a los quijotes que están a nuestro lado, entre tanto desengaño".

Continúa, "pero también hay que agradecer por su especial significado a la prensa libre que ha dado, contra cualquier presión, difusión veraz de los hechos y de las opiniones. E igualmente hay que reprochar los silencios en quienes los practican. Esto es fundamental, hasta tal punto que sin el apoyo de aquella prensa que ha venido permitiendo el conocimiento de los hechos al margen de instrucciones o de complicidades la indiferencia habría sustituido a la constatación, pues, cuando no hay prensa, el vacío es tangible, el frío del hielo se apodera de los problemas. La experiencia me ha enseñado, desde remotos días, que la Naturaleza necesita la difusión del conocimiento y de los problemas, del debate abierto, de la influencia en la sociedad. Necesita luz. Y su eclipse acompaña, en cambio, (lo más terrible son los silencios) a la insensibilidad y al riesgo de daño: la naturaleza necesita una voz. Si no, es muda. Vosotros, amigos, sois esa voz. Los guardianes de la voz."

Poco más que amén se puede añadir a lo que él dice. Quizás que las palabras de Pisón no finalizan algo sino que nos acicatean para continuar vigilando y denunciando los desmanes cometidos contra nuestro patrimonio natural. Choca el eco que ha tenido el tirón de orejas que nos han dado desde Bruselas por el desmán urbanístico en todo el litoral levantino y el poco que recibe el otro desmán, de similares motivaciones, que está ocurriendo en el Pirineo probablemente fruto de que también este asunto está sujeto a los rifi-rafes partidistas. En cualquier caso, sería de desear una visión más global y desideologizada que ponga el interés común en primer plano.