Gracias por volver, Zidane

Si el fútbol se comprara al peso, un kilito escogido del que vimos allí en el Bernabéu se pagaría a precio de caviar beluga. Diría más, los gramos que caben desde que taconea Guti hasta que remacha Zidane en el tercer gol son de oro puro. Pero tampoco sé ponerle valor al zambombazo que enganchó Guti en el tanto que abrió la cuenta. Y más difícil resulta ponerle precio a las decenas de controles mágicos que nos regaló Zidane. Yo soy de los que siempre he esperado el regreso del jugador francés. Es más, el día que anuncie su retirada, seguiré esperándole aunque me tenga que conformar con las grabaciones.

Porque el francés, además de jugar bien, hace jugar. Es de los pocos futbolistas que lo mismo te cambia un partido con una jugada, que logra alterar el estado de ánimo de todo un campo, pese a que la temporada sea una tortura. Eso ocurrió ayer. En 90 minutos, el socio se olvidó de sinsabores, de fichajes poco rentables y de técnicos testarudos. Durante ese tiempo, Zidane, con el acompañamiento de Guti, supo parar el reloj y que los suyos disfrutaran con el fútbol en estado puro. Si además le da por jugar a Beckham y enfrente hay un rival con empaque y descaro ofensivo como el Sevilla, aquello se convierte en un fiestón.