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Bianchi no es el único culpable

La paciente afición atlética ya había dictado sentencia invitando a Bianchi a que se fuera y desertando de las gradas en un encuentro importante, como era el que nos enfrentaba al Zaragoza. A los dirigentes no les quedaba más remedio que aplicar la solución más fácil. La decisión de despedir al Virrey está plenamente justificada. Ausente, aparentemente desmotivado, sin implicación emocional alguna ni con la entidad ni la afición incapaz de crear un bloque y dotar de un mínimo de carácter y juego, su continuidad no hubiera sino empeorado, más si cabe, las cosas. Ahora bien, a la hora de repartir las culpas no conviene olvidar a los jugadores. Su absoluta falta de concentración y la permanente inhibición, así como la falta de compromiso de la que hacen gala son exasperantes.

Por encima de los muchos errores de Bianchi, los jugadores deberían haber demostrado en mucha mayor medida la calidad que atesoran. No creo que Bianchi tenga toda la culpa de que Torres, Pablo o Perea sean una sombra de lo que eran hace sólo un año. Tampoco creo que sea el único culpable de que nos estemos preguntando para que hemos fichado a Galleti, Maxi, Petrov o Kezman. A todos ellos se les debe exigir el pundonor, el sacrificio y el rendimiento que cabe esperar de unos profesionales de su categoría. El cese de Bianchi es una medida de choque, traumática que no va a resolver los problemas, si la plantilla no deja de ser un grupúsculo de privilegiados incapaces de afrontar con garantías la responsabilidad que ahora recae exclusivamente sobre ellos.