Atropellado por la ansiedad
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Cuando se presentó, en plan tirillas, con el desparpajo que da haber aprendido a jugar al fútbol en la calle y demostrándolo con virguerías y regalo de balones a los miles que acudieron a su presentación dijimos, tate, con éste no va lo de la aclimatación. Horas después, en Cádiz, asombraba al mundo con su debut. Ya no había dudas, Robinho era, además de un valor seguro, un extraño caso de jugador sudamericano que se pone las pilas al instante. O estábamos muy equivocados o las circunstancias ajenas al jugador se llevaron de forma atropellada aquellas buenas vibraciones.
Estoy por lo segundo. Robinho ha debido poner los ojos como platos con todo lo que le ha sucedido desde entonces. Su padre futbolístico en la calle, el equipo a trece puntos del Barça, Sacchi en Italia, el entrenador del filial dirigiéndole, Baptista y Ronaldo gafados con las lesiones... Viendo cómo ha recuperado el nivel tras las vacaciones, sigo diciendo que es un tipo duro. Habrá pensado: "Ya no me pueden pasar más cosas".




