El proyecto definitivo, otro fiasco
Cayó Bianchi, que ha pasado por el Manzanares como un turista accidental. Se esperaba a un líder ganador y apareció un funcionario sin suerte ni alma. Llegó a un Atlético sumido en la mediocridad y así lo deja. Tenía una misión, no cumplió y se le despide. Es razonable, pero nadie debe decir que todo sigue igual, porque es tristemente falso. El proyecto de Bianchi no era uno más. Era la madre de todas las apuestas. El club jugó a doble o nada, invirtiendo un dinero que no tiene para fichar a Kezman, Petrov y demás cracks de verano, fiascos de invierno. Todos aplaudimos. Ahora, Europa suena a imposible.
Esta temporada es una nueva bala gastada y no creo que le queden muchas a un club que vive en el alambre. En junio llegará Aguirre, el dinero saldrá de alguna caja mágica y volverá el tradicional "este año sí", pero hasta entonces la travesía se antoja eterna. Lo de Bianchi era un viaje a ninguna parte, pero, estratégicamente, el club podría haberle aguantado los próximos tres partidos, lejos del indignado Calderón. Un milagro en la Copa o un estirón liguero le habrían dado dos meses de vida, el verano estaría más cerca y la grada seguiría teniendo su culpable. Ahora el palco se ha quedado sin escudo. La directiva ha pensado en el Atlético antes que en sí misma. ¿Nobleza o error de cálculo? No, desesperación.