Peligra la cordura del entrenador
Estoy preocupado por la cabeza de Bianchi. Porque no la pierda, no porque se la corten (aún). El hombre se pasa cuarenta años triunfales en el mundo del fútbol y bastan seis meses en el Atlético para que esté a punto de ponerse un embudo en la cabeza y salir a anunciar el apocalipsis por las calles. Tras el número de la gastroenteritis, episodio mil de esta comedia sin gracia en que se ha convertido el Atleti, el Virrey exiliado musitaba "¿qué más puede pasarnos?" y nadie se atrevió a tranquilizarle con uno de esos terapéuticos "todo saldrá bien". Diecinueve puntos, media docena de porteros rotos, una plantilla descompuesta física y mentalmente, llega el imparable Valencia... No parece el momento más propicio para tirar de optimismo barato de libro de autoayuda.
La realidad es dura y Bianchi tiene parte de la culpa, pero convertirle en el pim pam pum de todas las críticas es absurdo. Si fuera fácil lo haría cualquiera, dirán. Cierto. Pero si fuera posible lo haría alguno y ese club ha devorado en su pasado reciente a Antic, Sacchi, Ranieri, Luis, Manzano, Ferrando... Todos han triunfado en otros clubes o en otras épocas de éste. ¿Qué sucede entonces? Y no, no me vale lo del Pupas, que sólo logra que una situación como la de esta enfermedad, que sería anecdótica en otros clubes, se convierta aquí en el chiste de la semana. El lastre son una serie de vicios adquiridos: fichajes sin compromiso, derrotas que ya no duelen en un equipo acostumbrado a perder y excusas para todo. Urge romper con el pasado o peligra la cordura del técnico.