Un equipo ramplón y desquiciado
Con la previsible derrota ante Osasuna, la última bestia negra, nos situaremos a más de diez puntos de los puestos que dan acceso a Europa. Nuestra preocupación vuelve a ser no descender. Esta realidad viene a demostrar el fracaso del proyecto de Bianchi y duele más si tenemos en cuenta que todos pensábamos que este año con un técnico, a priori, solvente y unos refuerzos, creíamos, contrastados, todo iba a ser distinto. A estas alturas cabe decir que ninguno ha estado a la altura de las expectativas. Bianchi ha sido incapaz de crear un bloque y conseguir que el equipo tenga un estilo definido. Tampoco ha conseguido transmitir a los jugadores ambición alguna ni el carácter ganador que le avalaba en Argentina.
Somos un equipo desesperantemente ramplón, que no juega a nada y lo que es peor, timorato, cobarde y acomplejado. En cuanto a las presuntas estrellas, decir que han demostrado más bien poco. Alguien nos tendría que explicar porque jugadores que han demostrado una enorme calidad en otros equipos, caso de Ibagaza o Gabi, caso de Petrov y Kezman, se les olvida jugar al fútbol en cuanto se visten nuestra camiseta. Es algo que no puedo entender. Es triste, además, constatar la falta absoluta de concentración y de oficio que demuestra partido a partido la antaño sólida defensa. Dejar escapar puntos por sistema en los últimos diez minutos demuestra un grado de desquiciamiento poco común.