Bonatti y Maestri: dos ejemplos
En estos días el mundo de la montaña italiana anda revolucionado. Acabo de llegar de Turín de la inauguración del nuevo Museo de la Montaña, que es una de las instituciones más importantes del mundo a la hora de difundir los valores culturales del alpinismo. Allí he tenido la satisfacción de comprobar el prestigio que ha adquirido 'Al Filo de lo Imposible' en el ámbito europeo de la montaña y la cultura. Y, con tristeza, he constatado que el discurso de un ministro de Berlusconi hablando de la montaña y la necesidad de preservarla es mucho más avanzado que los que se suelen oír por aquí en las comunidades gobernadas por los, teóricamente, progresistas. Pero la mayor satisfacción ha sido compartir dos días con el mito de mi juventud: Walter Bonatti.
Ha querido el destino que, justo en los mismos días, se haya reconocido oficialmente por el Club Alpino Italiano que el relato de Bonatti sobre la primera ascensión al K2 se ajustaba a la realidad y, por tanto, su aportación a la conquista del ochomil más difícil de la Tierra fue determinante. También hemos tenido la certeza de que la primera escalada del mítico Cerro Torre, que se había atribuido Cesare Maestri, es uno de los grandes engaños de la exploración. Estas dos noticias juntas son de las pocas que nos hacen ser optimistas al respecto del género humano. Bonatti ha necesitado 50 años para demostrar que la versión oficial escrita y refrendada por el jefe de expedición en 1954 no se ajustaba a la verdad. La verdad es la que él mismo lleva escribiendo y contando desde entonces: que él y el porteador Hunza Mahdi llevaron las imprescindibles botellas de oxígeno hasta los 8.100 metros. Que sus compañeros hicieron caso omiso a sus gritos de auxilio. Que tuvieron que soportar un vivac terrible a resultas del cual el porteador sufrió graves amputaciones. Que al día siguiente sus dos compañeros pudieron subir con esas botellas a la cima. Que, por el contrario, no se reconoció su papel vital, esforzado y solidario, en la conquista del K2 y además tuvo que hacer frente a una campaña insidiosa. Pero nada pudo con mi amigo Walter Bonatti. Y no sólo porque luego se reveló como el mejor alpinista de esa época dorada, la que va entre 1959 y 1965, sino porque Bonatti encarna los mejores valores de la montaña: esfuerzo, honradez, tenacidad y, sobre todo, ética.
Por eso ha vencido en esta batalla. Como él mismo ha dicho: "No reclamaba compensaciones, sino la verdad". Yo siempre creí en su palabra, pero ahora, sobre todo en Italia, ya es oficial. De la misma forma que sobre Maestri siempre pesaron sombras de duda sobre una ascensión adelantada a su tiempo. Ahora unos italianos han logrado realizarla y el propio Maestri ha reconocido que no subió. Son dos ejemplos que nos hacen ver la vida con optimismo. Es el triunfo de la ética sobre el engaño. El triunfo de la coherencia sobre los cambios de chaqueta. El triunfo de la Montaña.