Contraste entre Ramos y Robinho
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Había poco que rascar en Atenas. Si algún iluso pensaba que, pese a lo poco que importaba el resultado, se podía cambiar la tendencia de juego del equipo, iba listo. En un día no se corrige el mal hábito del pasecito corto, la falta de desmarque y los balones para atrás. Aunque hay que reconocer que los chavales de la cantera aportaron cierta verticalidad. Si Luis Aragonés quiere ponérselo en japonés a Brasil en el próximo Mundial, López Caro lo tiene en chino para enmendar tanta rutina negativa. Pero me quedo, sin embargo, con el estado de forma de Robinho y Sergio Ramos.
Ambos aterrizaron en verano y parecía que se iban a comer el mundo. Lo que desconocían es que esa llegada coincidiría con el momento de mayor anarquía. Imaginen por un momento lo que uno y otro habrían ofrecido ya a estas alturas si llegan a caer en un equipo como el Barça. Pese a todo, la diferencia de carácter ha hecho que el sevillano se creciera ante la adversidad e incluso se haya convertido en una referencia. Por el contrario, a Robinho le han superado los acontecimientos. Cabizbajo y triste, ya no tira bicicletas, se le ha borrado la sonrisa de la cara y su sino es acabar antes de tiempo en el vestuario. En su mano está sobreponerse.




