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Florentino: presidente sentimental

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Florentino Pérez tiene fama de hombre duro, calculador. No sólo los despidos de los entrenadores avalan esta impresión, sino también los números del Madrid. En la tarea que a él más le corresponde, administrar la empresa, su labor ha sido de una frialdad loable. Lo que poca gente parece saber es que en lo que a fútbol se refiere, Pérez puede ser tan caliente como cualquiera; un aficionado más que peca a veces de un exceso de sentimentalismo. No ha actuado siempre con la despiadada lógica que el cargo exige. Me refiero al caso de Figo. Debió venderlo un año antes de haberlo regalado al Inter. No lo hizo porque su corazón no se lo permitió. Porque, primero, fue su primer gran fichaje y se llegó a relacionar con él como si fuera un hijo. Y, segundo, porque como muchos, no quería admitir la verdad: que Figo ya no era el grandísimo jugador que fue.

Lo mismo ahora con Zidane. Es un horror reconocer que la luz del francés se apagó hace temporada y media. El fútbol sin Zidane es una tristeza. Pero hay un hecho irrefutable y es que Zidane ejerce (en teoría) las mismas tareas en el Madrid que Ronaldinho en el Barça y, hoy por hoy, no hay punto de comparación. Así no se puede competir. Pero ni Florentino, ni nadie más en el Madrid aparentemente, lo ha querido ver. ¿Y Ronaldo? ¿Es tan bueno como hace cuatro años? ¿Y Roberto Carlos? ¿Y Beckham, que en Inglaterra marcaba 15 goles por temporada? No siguen en el Madrid por márketing, sino porque el sentimentalismo del presidente a veces vence la razón.